Tenemos que tocarnos más






“ Si el rostro es el espejo del alma, las manos son 
las plumas que describen el lenguaje del corazón”

Desde que vi el programa del Hormiguero dedicado a doña Julita, la protagonista del premiado documental en los Goya, "Muchos hijos, un mono y un castillo", no puedo quitarme de la cabeza una de las frases que dijo:
 "Tenemos que tocarnos más".

Como ella misma explicó, no se trata solo de tocarnos a nivel sexual, sino que debemos volver a valorar la importancia que tienen las caricias en nuestra forma de comunicarnos.

No tenemos "cultura de la piel",  vivimos en una sociedad donde se reprime el contacto, esta influencia llega hasta las relaciones con los amigos, la familia y la pareja. La caricia es una necesidad básica del ser humano. Una persona que no reciba carias durante su infancia desarrolla una serie de secuelas psíquicas. 

En este punto, me parece importante destacar una cita de la monografía "Caricias" de Silvia Cayuela:

"La caricia nos permite vivir conectados con nosotros mismos, con los demás y con todo lo que nos rodea. Nos conecta con la pulsación de la vida."

Me surge entonces la necesidad como proyecto de psicóloga que soy, de saber que pasa a nivel cerebral cuando damos o recibimos una caricia. Se trata de una necesidad de refutar esas palabras con hechos.

Comenzamos con las manos ya que son las que nos conectan con el mundo exterior desde que nacemos. Además de ser el principal localizador de los receptores sensoriales, en la piel existen diferentes tipos de receptores que se activan y envían información al cerebro. Se produce pues un proceso donde lo receptores táctiles transforman el contacto en impulsos eléctricos que son interpretados por el cerebro.

Los efectos que una caricia tiene a nivel existencial son:


Me gustaría finalizar este post con otro fragmento de la monografía de Silvia Cayuela que aunque ella lo utiliza en la introducción, me parece una maravillosa forma de finalizar este artículo, ya que nos invita a experimentar, a tocar, en definitiva a sentir. 

Atrevernos a reconocer nuestras necesidades, manifestarlas y tratar de satisfacerlas puede ser el inicio de un viaje apasionante. 

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